Por: Javier Barrero
elidiomadelrock@dyna-radio.com
Cuando acudimos a nuestra memoria como aliada de nuestros argumentos, muchas veces 
nos damos cuenta que es precisamente ella la misma que nos condena. Hace algún 
tiempo decíamos o pensábamos de X o Y manera, hoy en día, 
nuestra madurez, nuestro sentido común, así como nuestras expectativas, 
son otros.
El romanticismo que profesábamos hace unos cuantos años, se ha convertido 
en la necesidad latente que tenemos de sobrevivir en medio de una sociedad cada 
vez más exigente, más excluyente. En ese orden de prioridades, muchos 
han sacrificado sus gustos, en esos caen los musicales, por la necesidad física 
de sobrevivir. Unos pocos, los más afortunados, han logrado llevar una 
vida teniendo como eje productivo la música, son pocos, pero existen.
La mayoría, desertores por obligación, hoy padecen la maldita nostalgia 
del ¿Qué estaría haciendo yo si…?, la inmensa minoría, 
quienes se arriesgaron a ser consecuentes con sus principios, son seres felices, 
bueno, en la medida que felicidad sea un concepto tangible y se pueda medir a 
través de los logros materiales, unos pocos, tal vez poquísimos, 
creemos en la música como nuestra realidad.                                    
                  
                    
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